lunes, 22 de septiembre de 2014

1 - Introducción

La venta de la moto me dejó triste. No arrepentido, solo triste. Era necesaria por varias cuestiones. Economía, reconfiguración familiar, nuevos trabajos, nuevas distancias, la posibilidad de vendérsela a un gran amigo. Todo eso volvía imperativa la venta para llegar a una moto un poco más grande. Hoy la retiré de la concesionaria. Nueva, más grande, con tanque adelante y mayor cilindrada. Eso, sin embargo, no elimina la nostalgia por aquella otra moto, con los 13.600 kilómetros recorridos que cuantifican un camino juntos. En ese camino pasaron varias cosas, pero dentro de esas varias pasó algo en particular en lo que me quiero detener. El hecho es que a través de la moto encontré el mundo espiritual y hoy soy un creyente. Si, hermanos, la moto me llevó a una profunda reflexión acerca de los grandes temas y a un necesario salto de fe que no pude dar con ninguna religión, libro, disco o gurú televisivo. La intención es explicar la epifanía motoquera antes de que el tiempo aplaque la nostalgia y que la fuerza de la experiencia se pierda.

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