martes, 23 de septiembre de 2014

3 - Lunes peronista


De la casa a la moto y de la moto al trabajo;
del trabajo a la moto y de la moto al trabajo;
del trabajo a la moto y de la moto a la casa;
de la casa a la charo, de la charo a mi vieja o mi hermana o mi suegra
que vinieron de la casa a mi casa a cuidar a charo
porque a esa hora mel ya salió 
de la casa al trabajo 
pero aun no volvió
del trabajo a la casa.
De la charo al almuerzo y del almuerzo a la charo
de la charo a la moto y de la moto al trabajo
del trabajo a la casa y de la casa a la charo y la mel y unos mates.
Del mate a la moto y de la moto al trabajo
del trabajo a la moto y de ahí sí
de la moto
con la moto
acompañado por los hermosos cielos de espora
a la casa, la charo y la mel y el descanso
hasta el martes, seis y cuarto am.

lunes, 22 de septiembre de 2014

2 - La moto y la fe

La moto es un vehículo, un medio de transporte. Permite surcar distancias relativamente extensas en tiempos relativamente cortos, utilizando en el camino poco gasto de dinero en combustible y en cuestiones impositivas. Así de simple, en un comienzo. 

Pero también es otra cosa. Un vehículo, siempre un vehículo, pero a otros niveles. Es un vehículo, en el sentido estricto, pero también es un vehículo que obliga por sus características a la reflexión sobre el viaje que realiza, un constante disparador de imágenes mentales que resignifican el recorrido. Un metavehículo, por decirlo así. 

Ese vehículo me llevó a una multiplicidad de lugares, en su inmensa mayoría relacionados con el trabajo. No podría tener la cantidad de horas de clase que tengo sin la ayuda de mi moto. Tampoco podría dedicarle minutos extra al sueño o al almuerzo antes de ir a trabajar si me trasladara en un auto. Los autos requieren encontrar un lugar donde estacionarlos y eso lleva tiempo. Con la moto puedo salir del punto A al B sin pensar si el punto B es zona céntrica o no, si tiene estacionamiento medido y pago, etc. La relación costo – beneficio es sin duda favorable a la moto en varios niveles. 

Pero también hay otra cosa que nada tiene que ver con estas cuestiones. Algo de índole espiritual. Una experiencia que es un modo de conocimiento de una realidad trascendente. Me explico: creo en un orden superior de las cosas. No sé si es a causa de las motos o si busco en la moto una confirmación de esta idea (es más fácil pensar en la segunda opción, aunque no estoy tan seguro), pero lo cierto es que la moto y esa idea de trascendencia están ligadas. Es lo más parecido a la fe que reconozco en mí, y el hecho de que la moto propicie esta relación la convierte en algo así como un vehículo espiritual, además de material. A no malinterpretar. Mi moto no es un papamóvil sin blindaje. Es otra cosa. Con el tiempo y las palabras quizá se vislumbre lo que quiero decir. 

Pero centrémonos en la trascendencia. No estoy hablando del orden de las mareas, de los días y las noches, de las estaciones. Eso está muy bien pero cualquiera lo ve sin andar en moto. De lo que hablo es de que el orden también se da en otros planos, menos sencillos de ver, pero igualmente presentes en la vida de las personas. Ese plano se puede unir eventualmente al natural en un corpus de ideas que sustenten la creencia de que todo el universo tiene un orden total. Un mismo orden para todo, como un organismo o una máquina. 

Para tener fe en esta idea, que de ningún modo es original ni sofisticada sino que es quizás la más fácil y superexplotada idea metafísica, la moto es una pieza clave. Más adelante explicaré por qué.

1 - Introducción

La venta de la moto me dejó triste. No arrepentido, solo triste. Era necesaria por varias cuestiones. Economía, reconfiguración familiar, nuevos trabajos, nuevas distancias, la posibilidad de vendérsela a un gran amigo. Todo eso volvía imperativa la venta para llegar a una moto un poco más grande. Hoy la retiré de la concesionaria. Nueva, más grande, con tanque adelante y mayor cilindrada. Eso, sin embargo, no elimina la nostalgia por aquella otra moto, con los 13.600 kilómetros recorridos que cuantifican un camino juntos. En ese camino pasaron varias cosas, pero dentro de esas varias pasó algo en particular en lo que me quiero detener. El hecho es que a través de la moto encontré el mundo espiritual y hoy soy un creyente. Si, hermanos, la moto me llevó a una profunda reflexión acerca de los grandes temas y a un necesario salto de fe que no pude dar con ninguna religión, libro, disco o gurú televisivo. La intención es explicar la epifanía motoquera antes de que el tiempo aplaque la nostalgia y que la fuerza de la experiencia se pierda.